domingo, 26 de febrero de 2012

INICIO DE CLASES 2012




En el marco de buscar el mejor inicio de clases, todos los medios de prensa durante los meses de enero y con fuerza en el de febrero, han estado empeñados en promover diversos temas que tengan relación con las escuelas: presentación de las escuelas, plana docente, matriculas, lista de útiles, textos escolares, etc.

Mucho es lo que se discute y especula al respecto. Las listas de útiles, la venta de uniformes, la venta de buzos, la venta de cuadernos de control, los libros escolares, el alza de los costos, las editoriales con altas ganancias, han sido temas que han logrado grandes titulares y por ende , debates acalorados. Estos problemas son de siempre y de todos los años, lo que pasa esete año, es que el Ministerio está escuchando y aunque parezca increíble sería la primera vez que un grupo apuesta por la educación y deja del lado los intereses económicos. Negociar con las editoriales, con las escuelas, saltarse las propias normas y hacerse los sordos hubiera sido la prueba de que seguimos en lo mismo.

Hasta el momento tenemos algunos indicadores, veamos:

Un grupo de padres promovidos en algunos casos por escuelas particulares que usan como estrategia “adelantar a los niños de inicial” y ponerlos a la edad de 5 años en primer grado, han estado movilizándose, ocupando titulares, quejándose en un ambiente que ha promovido y sostenido incansablemente el respeto a la maduración de los niños y las niñas desde las más altas esferas del Ministerio de Educación. Ha sido la primera vez que se ha implantado el orden y el respeto a la esencia de la infancia en el Perú.



ü El tema de los textos educativos, de los libros de consulta, de las editoriales comprometidas que han concluido con un ajuste necesario, con una llamada de atención, y con una mirada permanente al lado de los intereses de las familias y de los educandos del país.



ü Lo referido a la venta de buzos, de uniformes con el fin de lucrar, ha sido monitoreado y en muchas situaciones prohibido y sancionado, porque en educación se debe respetar las diversas dificultades que viene atravesando la madre o el padre de un niño o niña que requiere iniciar su etapa educativa. Aquel niño o niña que sea discriminado por un maestro o director que le prohíba llevar la bandera por no tener el buzo del colegio será fuertemente sancionado.



ü Concursos públicos para seleccionar equipos de trabajo, tercos en el mérito como objetivo fundamental.



ü Sensibilización de toda la comunidad, de toda la sociedad para que apoyen el inicio de un año escolar que requiere con urgencia ser diferente a todos los demás.


Los maestros peruanos, por tanto, estamos al inicio de otro año que de nosotros dependera hacerlo diferente, estamos ante la posibilidad de ser el punto de quiebre que necesita escribir la historia de la educación.

Gloria de Los Ríos directora del Jardín ecológico Nro 096 Barcia Bonifatti viene promoviendo con toda la comunidad de San Miguel un festival para todas las familias, una gran movilización para apoyar la necesidad de transformar la educación y de transformarnos todos, en donde tengamos nuevos ambientes educativos, nuevos entornos sociales, en donde se haga realidad concreta la atención permanente a la primera infancia, a la buena educación para todos los escolares y se den los verdaderos aprendizajes de calidad.

El compromiso en la mejora, es un compromiso de todos. Todos los maestros nos sentimos invitados y toda aquella escuela, familia o comunidad que sienta lo mismo está invitado a ser parte de este gran encuentro.


viernes, 17 de febrero de 2012

DISCRIMINACION EDUCATIVA

El Perú cuenta actualmente con dos tipos de educación : una escuela pública y otra privada, es una realidad que tenemos que mirar con responsabilidad.



El deterioro sufrido por las escuelas públicas ha dado partida de nacimiento a un grupo de escuelas privadas de 150 soles, cuyos resultados no son los mejores, es más se sabe que muchas de las quejas,por abusos, maltratos con los niños y las niñas, excesivas tareas, requisitos de uniformes especiales y largas listas de útiles escolares provienen de estas instituciones.



Comparto con ustedes una interesante presentación alrededor del tema educativo de dos expertos peruanos: Teresa Tovar y León Tratemberg al respecto, en el programa Radicales Libres que emite canal 11.

Pregunta central : ¿Qué tipo de desarrollo necesitamos en nuestro país?

¿Cuál es la educación que necesitamos? ¿Cuál es la que tenemos?



Reflexiones : En el video que viene el punto citado de Teresa Tovar es valioso de compartir, debatir,coincidir y discrepar entre los maestros.

Coincido con ella en que sería bueno que los niños y las niñas del Perú cuenten con varias fuentes. Es importante invitar a los estudiantes de manera permanente a buscar en libros, en internet, en la conversación con sus padres y madres acerca de temas que deben promover en ellos la formación de prejuicios.

Para que exista una buena comprensión lectora, no sólo se requiere leer un libro y sacar las palabras importantes, los pensamientos importantes, va más allá que eso, el maestro debe comprender que cada alumno tiene su propia experiencia personal, y debido a su vida tiene sus propios prejuicios formados en su diario convivir. Este prejuicio que carga hace que cuando lea alguna noticia o artículo esta comprendiendo y entendiendo desde y con ese prejuicio.

Entonces promover un sólo texto de consulta no va a ejercitar esta necesidad de promover la formación de prejuicios , esta formación se va educando y se va dando cuando se les permite a los alumnos hablar, debatir, criticar, inferenciar, buscar sostén teórico y ahí es donde debemos ubicarnos los maestros.

Teresa Tovar : "Podría no ser un sólo libro de texto".

jueves, 16 de febrero de 2012

DISCRIMINACIÓN, RACISMO Y VIOLENCIA



EN MEDIO DEL ARROYO. ¿Discriminar la agresión?
Por: Laura Arroyo


El caso ya es conocido. Utilizo de pretexto la polémica desatada a partir de la discusión (que llegó a los golpes) entre el hijo de Celine Aguirre, conocida actriz, su grupo de amigos y una pareja en un cine limeño, para hacerme algunas preguntas que, confieso, no logro responder.

Me pregunto, por ejemplo, si se puede medir la agresión. Me pregunto si puedo definir si es más o menos agresivo gritarle a una persona “serrano de mierda” (un evidente y, lamentablemente, recurrente discurso racista) que, por ejemplo, escupirle a una persona en la calle solo porque me provocó. Me pregunto si puedo calificar como más agresivo golpear a mi pareja a insultarla todos los días diciendo que no vale para nada.


¿Podemos convenir en que sí se puede calificar un acto como más agresivo que otro? Si así fuera, ¿en función de qué lo definimos? ¿Qué variables consideramos para tomar esta decisión? ¿Deberíamos tomar en cuenta la edad del agresor? ¿Grado de instrucción? Y, por otro lado ¿qué sanciones aplicamos? Lo lógico sería también sancionar más drásticamente el evento más agresivo y más levemente el menos agresivo.


Sin embargo, las posibles respuestas no me terminan de convencer, tal vez porque creo, aunque pueda parecer exagerado, que la agresión siempre es agresión, venga de donde venga, sea del tipo que sea y tenga el resultado que tenga. La sanción puede variar, pero el juicio sobre ella es así de sencillo “agresión es agresión y está mal agredir”.


El caso del hijo de Aguirre ha despertado, sin embargo, lo que llamaré una “entibiada moral” por parte de quienes defienden al adolescente y quienes defienden a la pareja. Esta “entibiada moral” parece una muy mala broma pues ninguno de los dos bandos defensores puede justificar plenamente (al cien por ciento) la actitud de su defendido sin incurrir en una miopía voluntaria sobre lo ocurrido. Quienes defienden a los adolescentes, no tienen mejor argumento (falaz, evidentemente) que afirmar que se trataba de muchachos, de jóvenes, de ciudadanos que casi siguen siendo niños y, por tanto, podrían haber hecho algún comentario racista que se debe pasar por alto pues, “vamos, son jóvenes”. Quienes, de otra parte, defienden a la pareja, sostienen que los jóvenes son los principales agresores pues reaccionaron insultando a quienes les pidieron que guardaran silencio y, encima, utilizaron frases racistas. Justifican que llegaran a las manos casi afirmando (tácitamente) que ante frases como “serrano de mierda”, un puñetazo está justificado o, por lo menos, “entibiado”.


Pero vamos, ¿acaso a alguien le queda alguna duda respecto a la mala actuación de ambas partes? ¿Acaso entibiar la acción de uno o de otro funciona en este caso? ¿Qué clase de sociedad queremos o pretendemos alcanzar si en lugar de sancionar moralmente a ambos grupos involucrados tomamos partido como si se pudiera estar de acuerdo con alguno?


Ambos involucrados son culpables. Unos por expresiones racistas, que en otro país serían consideradas delito, otros por irse a los golpes. Ninguna acción merece nunca un comentario racista, del mismo modo que ningún comentario merece nunca un golpe. Me cuesta definir, en este caso, quién tiene más responsabilidad y qué agresión es más grave.


Lo más terrible me parece, honestamente, la toma de partido, como si algún grupo lo mereciera. En la misma línea, me sorprende la incapacidad de ambos involucrados para admitir que hicieron algo mal. La madre del adolescente agredido no ha mencionado en ningún momento que el comentario de su hijo, o sus actitudes (incluidas las de su grupo de amigos) fueron erradas. Del mismo modo, me sorprende que ninguno de los dos personajes que iniciaron los golpes afirmaran que estuvo mal caer en eso y lo justifiquen diciendo que no sabían que eran adolescentes. ¿Y si no lo eran?


Este caso muestra que el racismo es uno de los peores males vigentes en el país, pero también lo es la justificación de la violencia. Este último resulta aún peor pues relativiza el respeto al otro en función del contexto y sus acciones cuando debiera practicarse siempre.



Actualización (12:55 pm): La pareja involucrada en el escándalo, aceptó hoy que se exaltaron y que no actuaron bien. Ese ya es un avance. El error está cometido, pero el reconocimiento se acepta. ¿Veremos lo mismo del otro lado?


Actualización 2: Celine Aguirre afirmó también en ATV+ que la actitud de su hijo estuvo mal. Si bien ambos reconocimientos no fueron las primeras reacciones, se trata de un avance. No obstante, esto no quita el hecho de que la defensa de unos y otros siga siendo errónea o en todo caso, producto de una “entibiada moral”.





martes, 14 de febrero de 2012

Lluvias, huaycos y heladas



Julia es una chica linda e inteligente a quien su profesora premió el año pasado por ser la mejor alumna del aula. Le regaló un libro de cuentos que para ella tuvo el sabor a recibir un Oscar. La historia de final feliz tiene, sin embargo, algunas consideraciones que deberíamos tomar en cuenta todos los peruanos.


A diferencia de un buen grupo de colegios particulares y hasta estatales de la ciudad, Julia estudia en una escuela del distrito de Charhuanca en Ayacucho. Vive a 45 minutos de su colegio y se levanta a las 4 y 30 de la mañana para dejar todo listo: desayuno para sus hermanos, comida para los animales, pasto para los cuyes, agua en baldes y a veces hasta ropa lavada. Todo antes de emprender sus 45 minutos de caminata. Pero por si fuera poco todo esto, Julia vive en una provincia en la que durante todo el año hasta los aires del cielo se encargan de empeorarle la vida: en enero y febrero las lluvias le inundan la casa, los sembríos y su trabajo dentro de la chacra aumenta. Cuando ya parece que pasó el diluvio, llega marzo, abril y mayo con esos meses entra por el maravilloso cielo celeste ayacuchano, unas nubes negras que además de la lluvia traen granizada: “hace hueco a mi puerta y destrozan lo poco que queda de los sembríos. Si mi papá no vende en el mercado del pueblo, no tenemos economía y no podríamos ir a la escuela”, dice Julia, con su carita asustada, recordando tal vez, cómo hace dos años, una granizada seguida de un ventarrón se llevó la calamina de su escuela.


Maritza Rojas, profesora de Julia dice que lo peor después de la granizada son los meses de helada. “El año pasado hubo helada desde Julio. Las lluvias eran fuertes. Los niños llegaban a la escuela todos mojaditos y así tiritando tienen que estar en el salón porque a veces llegan con la chompita bien mojadita. Y la ropa se seca allí en su cuerpo y hasta los varones que vienen en pantalón, llegan mojados hasta la rodilla. Y como el zapato no es adecuado para la lluvia, las niñas y los varones llegan con el zapato abierto o mojado. Entonces se sacan su zapato y tratan de secarse. Verlos así es muy penoso, muy triste”.


Las lluvias traen además la crecida del río. Para Julia como para sus demás compañeros que tienen que lidiar con las granizadas, con los ventarrones y las heladas, el drama de llegar a la escuela tiene un obstáculo más cuando sucede esto. Los puentes de madera se cubren de agua y entonces los alumnos no pueden pasar. “En mi casa salimos con mis dos hermanos –dice Julia- pero cuando llegamos al puente y el río ha crecido yo me desespero. A veces la maestra ha dicho que tenemos que presentar el trabajo. Entonces yo me cuelgo mi bolsito a mi cuello y paso el río. Me mojo pero paso. Mis hermanitos más chiquitos ya no pueden pasar. Les digo que mejor regresen a la casa a cuidar los animales. No vaya a ser que el agua se los lleve. Pero después para llegar a la escuela es feo porque todo está de lodo y mi pié se hunde casi hasta mi rodilla. Un poco feo es eso” – dice Julia con una dulzura que nos revuelve el alma. Una niña de 9 años contando el cataclismo en el que vive durante todo el año: lluvias, friaje, heladas, crecida de ríos, lodo, granizada. Todo su año en emergencia. Y Julia en medio de todo eso, batallando diariamente por ser la mejor.


Ella sólo aprende. Sabe del sismo, de la evacuación, y también de los fenómenos naturales. Pero sabe también que nadie, salvo ellos, sus compañeros, sus padres y sus maestros conocen de esa otra emergencia que empieza en enero y no termina nunca. De repente cuando logremos curar la emergencia de nuestra indiferencia, Julia y los suyos puedan vivir en un país mejor.






domingo, 12 de febrero de 2012

La casa de Molière

La obra "El enfermo imaginario" de Moliere tiene una trama que puede ser replicado por los alumnos tanto de primaria como de secundaria. El teatro es una buena apuesta de arte y gracias a nuestro premio Nóbel hemos podido recordar a Moliere el día de hoy.

Capítulo I. Los remedios son costosos

CAPITULO II.
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CAPITULO III.




Por: Mario Vargas Llosa.


A fines de los años cincuenta, cuando vine a vivir a París, aunque uno fuera paupérrimo podía darse el lujo supremo de un buen teatro, por lo menos una vez por semana. La Comédie Française tenía las matinés escolares, no recuerdo si los martes o los jueves, y esas tardes representaba las obras clásicas de su repertorio. Las funciones se llenaban de chiquillos con sus profesores, y las entradas sobrantes se vendían al público muy baratas, al extremo de que las del ‘gallinero’ –desde donde se veía sólo las cabezas de los actores– costaban apenas cien francos (pocos centavos de un euro de hoy). Las puestas en escena solían ser tradicionales y convencionales, pero era un gran placer escuchar el cadencioso francés de Corneille, Racine y Molière (sobre todo el de este último), y, también, muy divertido, en los entreactos, escuchar los comentarios y discusiones de los estudiantes sobre las obras que estaban viendo.


Desde entonces me acostumbré a venir regularmente a la Comédie Française y lo he seguido haciendo a lo largo de más de medio siglo, en todos mis viajes a París: Francia ha cambiado mucho en todo este tiempo, pero no en la perfecta dicción y entonación de estos comediantes que convierten en conciertos las representaciones de sus clásicos.


Vine también ahora y me encontré con que la Gran Sala Richelieu estaba cerrada por trabajos en la cúpula que tomarán todavía más de un año. Para reemplazarla se ha construido en el patio del Palais Royal un auditorio provisional muy apropiadamente llamado el Théâtre Éphémère. El local es precario, el frío siberiano de estos días parisinos se cuela por los techos y rendijas y los acomodadores (nunca había visto algo semejante) nos reparten a los ateridos y heroicos espectadores unas gruesas mantas para protegernos del resfrío y la pulmonía. Pero todos esos inconvenientes se esfuman cuando se corre el telón, comienza el espectáculo y el genio y la lengua de Molière se adueñan de la noche.


Se representa Le Malade imaginaire, la última obra que escribió Jean-Baptiste Poquelin, que haría famoso el nombre de pluma de Molière, y en la que estaba actuando él mismo la infausta tarde del 17 de febrero de 1673, en el papel de Argan, el enfermo imaginario, víctima de lo que los fisiólogos de la época llamaban deliciosamente “la melancolía hipocondríaca”. Era la cuarta función y el teatro llamado entonces del Palais Royal estaba repleto de nobles y burgueses. A media representación el autoritario y delirante Argan tuvo un acceso de tos interminable que, sin duda, los presentes creyeron parte de la ficción teatral. Pero no, era una tos real, cruda, dura e inesperada. La función debió suspenderse y el actor, llevado de urgencia a su casa vecina con una vena reventada por la violencia del acceso, fallecería unas cuatro horas después. Había cumplido cincuenta y un años y, como no tuvo tiempo de confesarse, los comediantes de la compañía formada y dirigida por él, junto con su viuda, debieron pedir una dispensa especial al arzobispo de París para que recibiera una sepultura cristiana.


Buena parte de esos 51 años de existencia se los pasó Molière viviendo no en la realidad cotidiana sino en la fantasía y haciendo viajar a sus contemporáneos –campesinos, artesanos, clérigos, burócratas, comerciantes, nobles– al sueño y la ilusión. Las milimétricas investigaciones sobre su vida de ejércitos de filólogos y biógrafos a lo largo de cuatro siglos arrojan casi exclusivamente las idas y venidas del actor J.B. Poquelin a lo largo de los años por todas las provincias de Francia, actuando en plazas públicas, patios, atrios, palacios, ferias, jardines, carpas, y, luego de su instalación en París, escribiendo, dirigiendo y encarnando a los personajes de obras suyas y ajenas de manera incesante. Y, cuando no lo hacía, contrayendo o pagando deudas de los teatros que alquilaba, compraba o vendía, de tal modo que, se puede decir, la vida de Molière consistió casi exclusivamente –además de casarse con una hija de su amante y producir de paso unos vástagos que solían morirse a poco de nacer– en vivir y difundir unas ficciones que eran unos espejos risueños y deformantes, y, a veces, luciferinamente críticos de la sociedad y las creencias y costumbres de su tiempo.


Llegó a ser muy famoso y considerado por unos y otros el más grande comediante de la época, insuperable en el dominio de la farsa y el humor, pero, detrás de la risa, la gracia y el ingenio que a todos seducían, sus obras provocaron a veces violentas reacciones de las autoridades civiles y eclesiásticas –el Tartufo fue prohibido por ambas en varias ocasiones– y el propio Luis XIV, que lo admiraba e invitó a su compañía a actuar en Versalles y en los palacios de París y alrededores ante la corte, y fue a menudo a aplaudirlo al teatro del Palais Royal, se vio obligado también en dos ocasiones a censurar las mismas obras que en privado había celebrado.


El enfermo imaginario no tiene la complejidad sociológica y moral del Tartufo, ni la chispeante sutileza de El avaro, ni la fuerza dramática de Don Juan, pero entre el melodrama rocambolesco y la leve intriga amorosa hay una astuta meditación sobre la enfermedad y la muerte y la manera como ambas socavan la vida de las gentes.


Cuando escribió la obra, estaba de moda –él había contribuido a fomentarla– incorporar a las comedias números musicales y de danza –el propio Rey y los príncipes acostumbraban a acompañar a los bailarines en las coreografías– y la estructura original de El enfermo imaginario es la de una opereta, con coros y bailes que se entrelazan constantemente con la peripecia anecdótica. Pero en este excelente montaje del fallecido Claude Stratz, esas infiltraciones de música y ballet se han reducido, con buen criterio, a su mínima expresión.
Paso dos horas y media magníficas y, casi tanto como lo que ocurre en el escenario, me fascina el espectáculo que ofrecen los espectadores: su atención sostenida, sus carcajadas y sonrisas, el estado de trance de los niños a los que sus padres han traído consigo abrigados como osos, las ráfagas de aplausos que provocan ciertas réplicas. Una vez más compruebo, como en mis años mozos, que Molière está vivo y sus comedias tan frescas y actuales como si las acabara de escribir con su pluma de ganso en papel pergamino. El público las reconoce, se reconoce en sus situaciones, caricaturas y exageraciones, goza con sus gracias y con la vitalidad y belleza de su lengua.

Viene ocurriendo aquí hace más de cuatro siglos y ésa es una de las manifestaciones más flagrantes de lo que quiere decir la palabra civilización: un ritual compartido, en el que una pequeña colectividad, elevada espiritual, intelectual y emocionalmente por una vivencia común que anula momentáneamente todo lo que hay en ella de encono, miseria y violencia y exalta lo que alberga de generosidad, amplitud de visión y sentimiento, se trasciende a sí misma. Entre estas vivencias que hacen progresar de veras a la especie, ocupa un papel preponderante aquello a lo que Molière dedicó su vida entera: la ficción. Es decir, la creación imaginaria de mundos donde podemos refugiarnos cuando aquel en el que estamos sumidos nos resulta insoportable, mundos en los que transitoriamente somos mejores de lo que en verdad somos, mundos que son el mundo real y a la vez mundos soberanos y distintos, con sus leyes, sus ritmos, sus valores, su música, sus ideas, sostenidos por una conjunción milagrosa de la fantasía y la palabra.


Pocos creadores de su tiempo ayudaron tanto a los franceses, y luego al mundo entero, como el autor de El enfermo imaginario, a salir de los quebrantos, las infamias, la coyunda y las rutinas cotidianas y a transformar las amarguras y los rencores en alegría, esperanza, contento, a descubrir la solidaridad y la importancia de los rituales y las formas que desanimalizan al ser humano y lo vuelven menos carnicero. La historia, más que una lucha de religiones o de clases, ha opuesto siempre esos pequeños espacios de civilización a la barbarie circundante, en todas las culturas y las épocas y a todos los niveles de la escala social. Uno de esos pequeños espacios que nos defienden y nos salvan de ser arrollados del todo por la estupidez y la crueldad oceánicas que nos rodean es éste que creó Molière en el corazón de París y no hay palabras bastantes en el diccionario para agradecérselo como es debido.
París, febrero de 2012

Aquí una versión agradable de escuchar:

sábado, 11 de febrero de 2012

Abusos Educativos




Por: Laura Arroyo

El martes, ASPEC interpuso cuatro denuncias contra cuatro editoriales de renombre. Corefo, Bruño, Santillana y Hilder tienen sus cuentas embargadas por afectar los intereses económicos de los consumidores pues estarían involucradas en comisiones ilegales para que colegios las recomienden e incluso obliguen a la adquisición de estos libros. Ya era hora de que se evidencie este abuso y que se sancione a las empresas que lo practican, pero ¿acaso es el único abuso disfrazado en el rubro de la educación?

El caso de los libros resulta elocuente y evidencia que los estudiantes no reciben los mejores libros, ni la mejor oferta editorial, sino, simplemente, la propuesta de la empresa que paga más. Se trata, a fin de cuentas, de una licitación informal que afecta a los padres y, evidentemente, a los niños. Pero, nuevamente, ¿es el único negocio en torno a la educación? No. Me permito contarles una anécdota que conozco de primera mano.

Llamemos “Adrián” a un niño de 5 años que estudia en el aula naranja en una escuela pública. En esta escuela han decidido solicitar que los alumnos usen un buzo con el logo del colegio como uniforme. Éste debe ser comprado en la institución educativa y cuesta 70 nuevos soles. Pese a que ninguna norma obliga a los padres de Adrián a comprar el buzo, ni a Adrián a usarlo, no faltan algunas maestras e, incluso (y a veces, sobre todo) la directora que obligan a los padres a comprar el bendito buzo. En el aula, la maestra resalta que es el único, o uno de los pocos, que no tiene el buzo. Sus pares, terminan por decirle lo mismo todos los días. De más está decir que Adrián se siente señalado constantemente y, a ello se añade que, pese a ser uno de los mejores alumnos, no se le permite ser el líder del desfile ni quien ocupe roles protagónicos en las actuaciones por orden de la dirección. ¿Cuál creen que es la razón?

Los libros escolares son sólo un tipo de abuso disfrazado de negocio y vendido como necesidad, que se tejen en torno al campo educativo. Los uniformes, como en el caso de Adrián, son otro gran negociado. Las listas de útiles, por otro lado, se encuentran colmadas no por elementos a utilizar, sino por marcas recomendadas, y los estudiantes terminan por vivir experiencias nada agradables si hacen caso omiso a estas “recomendaciones”. Se perjudican los padres, pero siempre los más afectados son los alumnos. La calidad educativa se deja de lado cuando se prioriza un lapicero pilot a un Faber Castell o un cuaderno Stanford a un Loro.

En muchas escuelas, además, existe una mínima, sino nula, transparencia respecto a lo que se hace con el dinero, por ejemplo, de los uniformes. Los padres saben que con él se promete cumplir con tal o cual cambio en la infraestructura, o implementación de algún tipo, sin embargo, muchas veces dicho anuncio queda en letra muerta. Esta falta de transparencia en los recursos de los centros educativos, permite el fortalecimiento de estancias participativas ya que los padres de familia reclaman al no saber qué pasa con su dinero. En muchos casos, las APAFAS se fortalecen pero en lugar de cumplir con un rol fiscalizador y de opinión en la escuela, se convierten en un verdugo que está ejerciendo de contraloría u oposición en el centro educativo y dejan de lado el tema económico, para pasar a oponerse, no siempre justificadamente, al diseño curricular, al rol de los maestros, al sistema pedagógico, etc., aún cuando muchos de ellos no se encuentran capacitados para realizar dichas apreciaciones.

Finalmente, no existe norma alguna que mencione que un alumno que no cuente con uniforme o que no haya pagado un libro o, incluso, que no haya comprado en su totalidad la lista de útiles solicitada, no pueda entrar al colegio. Si ello ocurriera, como han dicho varios expertos durante estos días, los padres podrían presentar su caso a Indecopi. Me pregunto sin embargo, ¿y esa denuncia es atendida inmediatamente? No. Toma algunos días. Por otro lado, ¿quién convence al niño de que no está en falta por no tener un uniforme cuando la mayoría de sus pares lo tienen, cuando le limitan algunas participaciones por eso, cuando no lo dejan entrar un día a su escuela?

El asunto es, como siempre, un poco más complejo, porque el abuso viene tanto de las empresas que buscan posicionar sus marcas, pero también de aquellos maestros, directores y cualquier miembro del personal de la institución que discriminan entre los alumnos por no aceptar los abusos que ellos imponen sin derecho.








jueves, 9 de febrero de 2012

CONSEJO AL SAMURAI


Cargado de honores y medallas, con paso firme y mirada orgullosa,
el guerrero samurai se detuvo ante el maestro,
puso la mano izquierda
sobre su pecho y con la derecha rodeó
suavemente el puño de su sable.

Juntó los talones, hizo una venia
como gesto de un respetuoso saludo,
y dirigiéndose al anciano le preguntó:

-Maestro, enséñame la diferencia entre el cielo y el infierno.

El maestro lo miró despectivamente y,
después de un largo silencio,
le repuso al samurai:

-Enseñarte a ti, que eres superfluo y arrogante,
que crees que vales por la fuerza de tu espada
o el tamaño de tu bolsa, es inútil.
No sé si tu cabezota es capaz de entender
las palabras más simples.

El guerrero tomó una bocanada de aire.
Conteniendo su ira, sujetó con fuerza el mango de su sable y,
con voz fuerte y mirada altiva,
respondió:

-Maestro, cuida tu lengua, muchos por menos han perdido su cabeza.

El viejo sonrió sereno y con palabras suaves añadió:

-Ese es el infierno.

El samurai, conmovido, se inclinó con humildad y con voz honesta
y profunda dijo:

-Maestro, muchas gracias, tus palabras tocaron mi alma. La rabia,
el miedo y la arrogancia son mi infierno.

El maestro lo miró fijamente y le dijo:

-Ese es el cielo.

No son las palabras de los otros
las que te envían al cielo o al infierno,
es el significado que les das.



Las palabras pueden contener emociones,
pero tu decides si las aceptas y cuanta importancia
tienen para ti.



Cuando eliges la rabia, la arrogancia o el miedo ,
estas escogiendo el dolor, el juicio y el aislamiento,
tanto para ti como para quienes te rodean.

Nuestros maestros y nuestras lecciones
se encuentran con frecuencia en las
personas o situaciones más inesperadas.

La persona más difícil o la situación más adversa pueden ser los
maestros que te recuerden que en este instante puedes elegir
estar en el cielo o en el infierno.